Cuentan los caravaqueños que a finales del siglo XIII, la ciudad de Caravaca de la Cruz estaba protegida por la orden de los templarios.
Los habitantes vivían tranquilamente en el pueblo que rodeaba el castillo, hasta que los moros lograron penetrar el sitio. Los lugareños resistieron pero los moros eran más poderosos y finalmente invadieron la aldea. Muchas personas fallecieron, pero otras pudieron llegar hasta el castillo, que le dio albergue a los desesperados pobladores. Viendo que el pueblo estaba refugiado, los moros implementaron un plan para hacer definitiva la invasión contaminando las aguas que llegaban hasta el castillo.
El plan de los moros devino en una gran epidemia. Cuenta la leyenda que fue entonces cuando un grupo de caballeros decidió salir del castillo. Aunque afuera los moros hacían guardia, los caballeros lograron pasar y alejarse unas leguas hasta un lugar llamado ahora el Campillo de los Caballeros. Allí pudieron llenar de vino unos pellejos que llevaban consigo. El regreso era sumamente complicado, pero aún así sortearon la vigilancia de los moros, entrando triunfales al castillo. El estado de los enfermos era lamentable. Solo se esperaba un milagro.
Cuando llegaron los caballeros, bañaron la reliquia de la Cruz con el vino y luego se lo dieron a los enfermos, rezando por una pronta cura. Fue así como la epidemia comenzó a menguar, y los habitantes sanaron prontamente.
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